70 AÑOS DE GUERNICA

jueves, 10 de abril de 2008


Por: César Hildebrandt
Artículo publicado el año 2007 que compartimos por su importancia y vigencia
(Diario, La Primera).

Este es el año de los setenta años del Guernica. Es muy famoso el Guernica y quizás muchos de los chicos de hoy lo han visto como han visto las camisetas del Che: como mercancía, superstición culposa, progresía de marca.
Ya pocos recuerdan por qué Pablo Picasso pintó esa pesadilla y por qué esa pesadilla no es parte del pasado sino que es la que sueñan por obligación los iraquíes bombardeados, los palestinos masacrados a fuego lento, los iraníes ya a tiro del Dios que Bush dice amar.
Hoy hay muchos Guernicas pero no hay un solo Picasso. Los pintores de hoy no se ensucian con sangre ajena o próxima: están demasiado dedicados a decorar mansiones petroleras, museos inútiles y salones de directorio.
Los pintores de hoy, al igual que la mayoría de los escritores, no conocen la cólera ni frecuentan los juicios éticos sobre el mundo de mierda que unos llenan de colorinches y otros de naderías aprobadas por alguna cetácea catalana. Pintores y escritores fueron rebanados, en castración indolora, por un sistema que les enseñó a ser expresionistas abstractos antes que seres humanos, palabreros mucho más que artistas, arribistas primero que nada. El asunto es no incomodar al sistema mundial de dominación y ofrecer entretenimiento donde antes hubo verdades, rositas donde ayer crecieron flores del mal y hierbamala, mariconadas etnogeométricas donde antes estuvo Goya sangrando con la historia y respirando junto a los heridos.
Los escritores de hoy huyen de la realidad y se van a sacar una visa a la embajada norteamericana. Los pintores de la evasión no es que desprecien "lo social": es que ni siquiera leen el periódico.
En medio de este autismo estético, impuesto por una derecha que ha vencido con sus paradigmas ante la complacencia arrastrada de los intelectuales, se yergue, invicto y vigente, dramático y actualísimo, el Guernica de Pablo Picasso.
El 26 de abril de 1937, hace 70 años redondos, Gernika –así se escribe en el idioma de los vascos– fue casi borrado de la faz de la Tierra por las hordas aéreas del fascismo alemán e italiano. El fascismo, como todos sabemos, es el capitalismo sometido al jaquemate de los descontentos. En ese momento, al ver perdida la partida, la condesa llama a Franco, el príncipe le da un beso de Judas a Mola y el dueño del Banco de Crédito le toca la puerta a Martin Rivas.
Pero volvamos al 26 de abril de 1937.
Son las 4 y 30 de la tarde, es lunes y es tarde de mercado en Gernika. Sus 5,500 habitantes son ahora 7,500 porque han llegado unos dos mil refugiados del frente, perforado por el empuje profesional del franquismo.
Gernika no es un objetivo militar porque está a 25 kilómetros del frente de batalla y porque sólo abriga, al sur de la ciudad y lejos de las zonas pobladas, una fábrica de armamento de poco significado.
Si alguien quisiera "extirpar" esa fábrica desde el aire podría hacerlo sin necesidad de tocar la ciudad.
A las 4.30 p.m. empieza el infierno. Un avión alemán Dornier-17, salido de Burgos y que es parte de la División Cóndor, arroja las primeras bombas rompedoras de 50 kilos. De inmediato, tres aeronaves Saboya-Machetti, de la aviación italiana, lanzan 36 bombas sobre el centro histórico de la ciudad. Enseguida, atacan los también germanos "Heinkel", esta vez con bombas de 250 kilos. Detrás de los "Heinkel" vienen los cazas "Fiat CR-32" –italianos–, que tienen por misión ametrallar a quienes huyen del bombardeo.
A las 6 y diez de la tarde arranca el ataque más demoledor. Tres escuadrillas de "Junkers-52" –aviones alemanes equipados con poderosos motores BMW– lanzan, en sucesivas pasadas, 20 toneladas de explosivos y 5,472 bombas incendiarias. Detrás, para ametrallar a los sobrevivientes, descienden en picado los "Fiat CR-32" y los "Messersmitt BF-109", engreídos del general alemán F. von Kichtoppen, comandante de la división aérea que Hitler y Mussolini han puesto a disposición del general Franco y sus golpistas.
Gernika se derrumba y arde. Buena parte de las muertes ocurre en los refugios aplastados por las bombas de 250 kilogramos. El 74 por ciento de la ciudad está en ruinas (271 casas y edificios). La fábrica de armas y el puente de Rentería, sobre el río Oca, están intactos. Los únicos dos potenciales blancos militares de Gernika no han sufrido daños.
Veintiocho mil toneladas de explosivos llovieron sobre Gernika desde las 4 y 30 hasta las 7 y 30 de aquella tarde de hace 70 años.
George Steer, corresponsal de The Times y The New York Times, encabezó así el despacho que hizo espantosamente famosa a la ciudad mártir:
"Bilbao, 27 de abril de 1937.- Gernika, el pueblo más antiguo de los vascos y centro de su tradición cultural, fue totalmente destruido ayer por la tarde…"
Al día siguiente, ante el escándalo mundial, Franco niega el bombardeo. Dice que la lluvia "ha impedido la salida de los aviones". Dice también que el incendio romano de Gernika "debe ser obra del separatismo rojo y de los republicanos". Añade que "no hay tropas alemanas, ni terrestres ni del aire, en España".
Tras la destrucción de Gernika, el general Mola, el segundo de Franco, suelta esta octavilla sobre Bilbao, la próxima víctima:
"Bilbaíno: cuando las barbas de tu vecino veas pelar echa las tuyas a remojar". Bilbao caerá más tarde gracias a los 100 aviones prestados por el nazifascismo ítalo-germano al fascismo católico español. La República, dividida desde adentro, sólo cuenta con algunos cazas rusos y checos. Carece de bombarderos.
Pablo Picasso tardará sólo un mes en pintar el Gernika. La justa rabia, la santa rabia que él cree personal y pasajera, anecdótica y republicana, confinada a su solo corazón, será la rabia del mundo que merece ser llamado humano.

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